Quién sabe cómo vivir

Qué digo yo, que llegando a cierta edad y con la mochila repleta de vida toca hacer balance.

La Vecilla

No sé si es por la hora de esta noche de otoño o tal vez por los recuerdos que se agolpan en mi mente que me brota la necesidad de preguntarme quién sabe cómo vivir.

A priori parece una pregunta absurda pero a mí me ronda día sí y día también. Estamos en la era de la comunicación. Nos asalta información por doquier de cualquier tema que se nos pueda ocurrir. 

Nos convertimos en expertos en pandemias, virus y demás familia. Al otro día en geólogos venidos a menos desde el sofá de casa. Si el guion lo requiere, en psicólogos de barra de bar o de patio de colegio, lo que se tercie.

Si bien es cierto que todos nos dedicamos a deliberar sobre la vida, el amor, la muerte…, lo cual forma parte de la esencia del ser humano. Hacer crítica, autocrítica y supercrítica no es tarea tan sencilla. Pero pensamos que como de todo se aprende allá que nos vamos con nuestra opinión como bandera y haciendo apología de lo que creemos como única verdad verdadera.

Ahora bien, debemos saber que si queremos encontrar teorías que apoyen nuestro punto de vista es relativamente sencillo. Si ahondas en el imaginario colectivo de la infinita información, encontrarás expertos que te digan que está bien una cosa y la contraria, ¡viva el vino! Y ahora qué. Pues que resulta que debemos pensar por nosotros mismos. Titánica labor para mentes adoctrinadas y sumisas que se limitan a seguir a las masas. 

Todo esto significa que, aunque suene a perogrullo, no hay verdades absolutas. No hay un solo punto de vista. Es más, casi nada es blanco o negro. Poseemos una gama de infinitos colores que madre mía.

Pues eso, que hay para todos los gustos. Que tal vez la clave esté en encontrar nuestro camino y ser fieles sobre todo a nosotros mismos.

Que te encanta comer chuletón, adelante. Que por tu parte eres feliz con una deliciosa ratatouille, a por ella. Que prefieres la nocturnidad, pues a pagar un recibo de la luz como si no hubiera un mañana. Que por el contrario eres diurno, a pasear disfrutando de los hermosos amaneceres. Que disfrutas de la naturaleza, que prefieres salir a bailar, que te gustan los hombres, que te vuelven loca las mujeres, que deseas ser madre o padre, que amas tu soltería, que eres de gatos o más bien de perros, que apoyas la lactancia o das el biberón, que amas el arte, que adoras los deportes...

La lista es infinita. Como infinitos somos nosotros. Se lo digo constantemente a mis hijos. Todos somos iguales, todos somos diferentes. Las rarezas no existen, realmente conforman nuestra idiosincrasia. 

Así que por mi parte llego a la ramplona conclusión de que no hay fórmulas mágicas para saber vivir, ni para ser felices hay un solo camino en la vida.

Pero como hay opiniones para todos los gustos quién sabe si la mía es buena o solo una más, producto de una noche otoñal cargada de nostalgia.

Por lo tanto, hagan sus apuestas señores.

Y sobre todo sean felices, hagan lo que hagan.

Comentarios