La escalera de los sueños

El verano pasado me sorprendía el dinámico artista y profesor Carlos Cuenllas incluyendo mi nombre en la Escalera de la vida o de los colores. 

Carlos es docente, escultor y sobre todo una mente inquieta que no se cansa de sacar el arte a la calle y de motivar e ilusionar a sus alumnos, como podéis comprobar vosotros mismos en el siguiente enlace, Hoy salimos con Carlos Cuenllas, MuresTV 

La escalera que nos ocupa forma parte de un proyecto que ha llevado a cabo con sus alumnos del colegio Maristas de León. Primero la pintaron de colores y escribieron frases motivadoras. Lo que resultó en una delicia para la vista y para el ánimo, en lo que era una zona de paso un tanto gris.

Pero, el proyecto no se quedó ahí y quisieron rendir un homenaje a los escritores leoneses por nacimiento o adopción. Así que comenzaron a hacer unos libros de cemento que después pintaron para, a continuación, escribir los nombres de los escritores y escritoras que consideraron más oportunos.  Y ahí decidieron incluirme.

Mi sorpresa no remite aunque haya pasado el tiempo. Cada vez que paso por la zona, me detengo unos instantes y reflexiono sobre cómo ha llegado mi nombre a parar allí.

Y al recomponer la historia siempre llego a la misma conclusión. Nace con el sueño de una niña que se no podía ni imaginar que algún día la llamarían escritora.

Los vericuetos que me han traído hasta aquí no han sido pocos, ni mucho menos fáciles. Reconducir un camino trazado desde los inicios para ir, prácticamente, en dirección contraria es una labor titánica. Pero, ha merecido la pena.

Por ese camino he sido feliz. He amado mucho y me han amado. También he llorado mucho dejando en el camino tantas cosas, tantas gentes, tantos recuerdos. He roto con un mundo hecho a mi medida y con el que finalmente no encajaba. Me he enamorado, me han roto el corazón y yo he roto alguno. Porque el amor también se equivoca, también cree que durará siempre y, como diría Sabina, el amor no tiene cura y es eterno mientras dura. He sido madre, el proyecto más grande y maravilloso de todos. He trabajado cada día de mi vida, he perdido la cuenta en qué. A pesar de lo cual, he estudiado y leído, siempre y mucho. Ahora la suerte me ha hecho un guiño y hago un trabajo fascinante ayudando con la lengua de signos a niños con dificultades auditivas en centros escolares. 

Y en ese devenir, un día, sin saber muy bien por qué, recalo en el Ágora de la poesía  y saco mis poemas del cajón, comenzando esta aventura de escribir ya no solo en la intimidad si no, también, de contárselo al mundo. 

Y ya no he podido parar. En el fatídico 2020, me publican Céfiro, mi primer poemario y este año publico Mi tierra, mi piel. He seguido escribiendo colaboraciones en revistas culturales, en recopilatorios, presentando relatos en concursos, de los cuales nacerá mi siguiente obra. Sin descuidar mi diario íntimo, del que alguna cosa sale a luz, aunque el resto de escritos tan solo son mi forma de entender el mundo, de entenderme a mí.

No dejo de reflexionar, analizo, tal vez demasiado, mi vida, mis andanzas, mis decepciones, mis alegrías. Intento ser mi mejor versión, cada día. Ya sé que todos somos el malo en la historia de alguien pero, cuando en tus pasos hay autenticidad al menos te queda la tranquilidad de haber amado, siempre, de verdad. Y si el amor, la amistad, la cercanía se diluyen solo hay que soltar con gratitud, deseando que les vaya bonito. 

Foto Paco Fergar 
En esa escalera, donde arrancan estas reflexiones, el pasado jueves pudimos poner voz y rostro a nuestros nombres,  varios de los escritores que allí estamos. Me emocionó mirar directamente a los ojos de esos jóvenes, que son el futuro,  y decirles que luchen por sus sueños. Para pasar a leer ¡Basta!, incluido en el último poemario.Agradecida a ellos y a su profesor, agradecida a la vida que no se cansa de regalarme todo cada día, agradecida a mis hijos, los tesoros más inmensos y a mi compañero, David, que es luz y amor, gracias.

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