Si te dicen que caí

Todos nos caemos. Algunos lo hacemos una y otra vez como si fuera una obstinación por hacernos daño. Si bien es cierto que casi nunca terminamos de comprender a qué vienen esos tropezones sentimos que nos quieren decir algo. Y así es.

Inevitablemente me vienen a la memoria las caídas de mis hijos cuando eran pequeños. Mientras dan esos inestables primeros pasos y caen tantas veces. Aprendizaje lo llamamos. Te tienden sus bracitos llorando desconsoladamente y aunque ya no puedes evitarles el dolor los abrazas con ternura al tiempo que los acaricias para mitigar el daño. Y lo logras, porque el regazo de una madre es el lugar más seguro y confortable del mundo.  

En brazos de mamá 

Ellos van aprendiendo cómo sostenerse de un modo más estable. Descubren que dar la mano a mamá les evita algún tropiezo. Pero a pesar de todo se siguen cayendo. Y siguen aprendiendo que eso también forma parte de la vida.

Anhelo saber en qué momento se nos olvida algo tan simple como que si te caes te tienes que levantar las veces que sean necesarias. Además debes hacerlo con fuerza, con coraje. Diciéndote que puedes hacerlo. 

Tal vez, lo apropiado es meditar en las causas de las caídas, literales y figuradas. Es un ejercicio complejo, duro y tremendamente revelador. En nuestro afán por querer llegar a hacer todo aquello que nos proponemos podemos olvidar el propósito por el que comenzamos. Olvidamos también que no somos supermujeres u hombres. Me dice en repetidas ocasiones mi querida Sandra permítete caer, se vale llorar pero no te quedes ahí demasiado tiempo. ¡Y cuánta razón tiene! 

Somos como nenes que están continuamente aprendiendo a vivir. Nos caemos porque no observamos el entorno porque no disfrutamos del viaje. Estamos más pendientes de la meta que del momento presente. Se nos olvida que es lo único real, el tan llevado y traído, aquí y ahora. 

Al fin y al cabo, se trata de entender que la vida es una función que no permite ensayo previo. La representamos en una sola ocasión por eso si te caes te levantas y sigues, hasta el siguiente acto. Puedes hacer un breve mutis por el foro. Pero no te puedes pasar la función/vida entre bambalinas. Nadie, absolutamente nadie, puede interpretar tu papel. Y que te conste que la obra continúa, que no se para porque tú sigas tendido en el suelo o llorando en el camerino, no. Sigue contigo o sin ti.

Y la vida, la existencia, es un auténtico regalo. Desconocemos por qué exactamente estamos aquí, hacia dónde nos dirigimos y lo que es más importante cuánto durará nuestra fábula. Por ello, a mi modo de entender, tenemos que observar a nuestro alrededor, beber de las fuentes de la sabiduría, oler las flores, admirar el paisaje, ser conscientes del momento presente porque es lo único realmente auténtico y nuestro.

En resumen, en palabras de Robert Herrick, parafraseadas por el maravilloso profesor Keating, de la película El club de los poetas muertos: coged las rosas mientras podáis; veloz el tiempo vuela. La misma flor que hoy admiráis, mañana estará muerta. Carpe diem.

Por tanto, si te dicen que caí que te cuenten cómo me levanté.





Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. ¡Qué razón tienes Lidia! Y este fin de semana ¡Cuánto necesitaba leer algo así! ¡Gracias hada madrina!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario