Mirándonos a los ojos

 Nos miramos a los ojos después de dos años sin una pantalla de por medio.

Y se nota el cansancio en las miradas cargadas de pérdidas, de ausencias. Pero también se atisba esa fortaleza tan propia de mujeres.

Algunas madres, otras madres sin haber parido, otras hijas y esposas. Todas hermosas por dentro y por fuera. Nuestros hijos, bellezas, fruto de las entrañas, paridos a gritos, dejando en nosotras las huellas del tiempo y la marca indeleble del amor infinito.

Hemos transcurrido por la vida con menor o mayor acierto. Dejando atrás dolores, alegrías, tiempos mejores o más bien tiempos endulzados a través de los recuerdos.

Hemos perdido a seres queridos, hemos llorado esas ausencias en silencio y a moco tendido.

Hemos terminado etapas y comenzado otras. Dejando personas que creíamos siempre estarían presentes y encontrando a otras que se han ido haciendo un hueco en nuestras vidas por méritos propios.

Hemos cargado con la enfermedad con tal dosis de valentía que sería propia de las enormes guerreras que somos.

Y lo más importante hemos quemado las naves para nunca regresar a aquello que tanto duele. Que rompe en mil pedazos el alma y rasga el corazón para recomponerlo de nuevo, trocito a trocito. 

En nuestro particular aquelarre hemos quemado tristezas alzando las manos al cielo en súplica profunda para que no regresen.

Riendo a mandíbula batiente como si nunca lo hubiéramos hecho. 

Como si nunca hubiéramos llorado.

Como si nunca hubiera llegado a nuestras vidas una pandemia que lo ha cambiado todo, siempre.

Por más encuentros mirándonos a los ojos sin una pantalla de por medio.

Os "ailovio" Gazunas.





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