Desescalando

Por mi parte no recuerdo haber subido ninguna montaña pero, por lo visto, ahora toca bajarla.
Voy de sorpresa en sorpresa durante el estado de alarma que sin saber cómo nos ha tocado vivir. Ya van más de tres meses, que se dice pronto, desde que todo comenzó. Los sentimientos se han parecido a los de un duelo, concentrados en un período relativamente corto. Perplejidad, incredulidad, negación, angustia, y vuelta a empezar. Además, a todo ello hay que sumar, un descanso nocturno penoso que ya sólo por sí mismo genera mucha irritabilidad. Así que con los nervios de punta, todo es posible. 
Hay quien se ha sumido en un estado casi depresivo, quien se ha vuelto aún más huraño, quien se ha dejado vencer por el pánico viendo virus y muerte por doquier. Afortunadamente también los ha habido que han ayudado de una forma desinteresada allá dónde hiciera falta. E incluso los hay que han aprovechado este parón espacio/temporal para reflexionar. 
Qué importante la reflexión, el hacer auto análisis para entender el mundo que nos rodea y sobre todo a nosotros mismos. Tarea harto difícil, esa de comprender quiénes somos. Resulta fundamental acercarnos a los grandes filósofos de todos los tiempos para formarnos una idea sobre la complejidad de la mente humana y de sus infinitas variables.  
Platón nos habló de una cueva para explicar aquello de que hay que salir de donde estamos de modo que podamos conformar una realidad más completa. Por lo que se me antoja, que en medio de esta pandemia de alcance mundial, hemos sido sacados de la cueva platoniana de un auténtico puntapié. Sometidos, por tanto, a tener que asumir una realidad bien distinta a la conocida y además muy alejada de nuestra zona de confort o más bien de control. 
Y pocas cosas hay tan terribles como la pérdida de control. Recuerdo con claridad un suceso de hace ya más de veinticinco años, ahí es nada. En concreto, conducía una furgoneta de reparto recién cargada con la que me disponía a ir a varios pueblos no muy lejanos. Mientras descendía el portillin, comencé a perder el control del vehículo y a dar bandazos de un lado a otro de la carretera, lo cual provocó el vuelco de la furgoneta que se fue deslizando hasta parar contra una farola situada en la mediana. Físicamente, el suceso se saldó con golpes y rasguños sin importancia pero emocionalmente me costó cierto tiempo recuperar la confianza al volante. Porque la terrible sensación de sentir que todo se desmorona bajo tus pies y que tu vida queda en manos del destino tarda mucho tiempo en irse, si acaso desaparece alguna vez del todo.
No imaginas, hasta que te tienes que enfrentar con ello, que ese vehículo rodante pegado al asfalto un día puede volar y con ello cambiar tu vida para siempre.
Pues algo así nos ha sucedido a todos en estos momentos, esa vida, ese mundo sobradamente conocido y bajo control, ha volado por los aires y nos toca volver a confiar en nuestras aptitudes para seguir caminando hacia adelante.
No diré que vamos hacia la nueva normalidad porque la vida es tan frágil que puede cambiar en un instante por otras  muchísimas razones.
Más bien diré, que sería fantástico que nos armáramos, con esa fortaleza increíble, capaz de sortear escollos, de abandonar los sufrimientos, de disfrutar de los instantes de ternura. Y así lograr desescalar esta montaña con forma de corona para reunirnos en la ladera con nuestros seres queridos. Pues una vez más hemos descubierto que lo único importante es vivir rodeados de afectos sinceros.


Comentarios