Ansiedad, incómoda compañera de viaje

Su llegada nunca es fortuita, obedece a una serie de acontecimientos que conducen directamente a ella.
Se ha ido haciendo un hueco en tu vida de un modo aparentemente imperceptible. Aunque, bien es cierto, que te ha ido mandando señales que tú has preferido ignorar. Claro que siempre has sido muy emocional, rompiendo a llorar con relativa facilidad pero empiezas a hacerlo en momentos inoportunos o que no parecen ser tan relevantes. Te continúas rompiendo, con demasiada facilidad, contando algunos acontecimientos dolorosos de tu vida. En el plano físico, sufres ciertos mareos de distinta intensidad, hasta que un día uno de ellos te produce una caída dejándote el rostro amoratado y el alma rota al ver los golpes físicos que no se pueden ver en el corazón.
Pero sigues con tu vida normal. Que digo yo ¿qué es lo normal? Porque en un mundo ajetreado y demandante, que te dicta hasta la fórmula para ser feliz y estar satisfecho o por el contrario ser casi un paria, la normalidad es bastante difícil de definir.
Así las cosas, sigues haciendo malabares para conciliar vida familiar, laboral, personal y no morir en el intento. Hasta que un día por un motivo, a priori, no tan importante, estalla la ansiedad en forma de ahogo, hiperventilación, llanto incontrolado, mareos constantes, insomnio importante, dolor de cabeza, dificultad para concentrarte. Y aún así te dices, tampoco estoy tan mal. Además, con lo que yo he aguantado, me voy a caer ahora con esto, si no es para tanto.
Y has dado en la clave sin ser del todo consciente. Con lo que ya has aguantado. Claro, piensas que el cuerpo y el alma, no se van a cobrar los disgustos, los dolores, las pérdidas, los cambios profundos, los ataques. Un corazón tan sensible es presa fácil.
Siempre has sido así, no es una sorpresa ni una novedad. Esa forma de ser te ha conducido directamente hasta el punto de tu vida donde te encuentras en este momento. Conocerte no ha sido tarea sencilla, como tampoco lo ha sido, intentar vivir en un mundo que te cuesta tanto entender y, todavía más, aceptar. Pretender encajar con ciertas premisas es fuente constante de presión, que te lleva a pensar si no vas a dejar de luchar contracorriente, nunca.
Por tanto, mezclas una mente despierta y analítica con un corazón a flor de piel y obtienes el cóctel perfecto. Ansiedad en vaso grande y sin hielo.
Vino hace tiempo, se instaló sin pedir permiso pero se mostró en todo su esplendor, en el momento menos esperado y más inoportuno. Y además, vino para quedarse.
Sigues luchando con ella, la enfrentas con todos los recursos a tu alcance, médicos, psicológicos, con oídos prestos a escuchar y brazos abiertos para acoger tu llanto. Pero asumes que el verdadero trabajo, de nuevo, como siempre, lo tienes que hacer tú.
Sólo de ti depende poner los medios externos, sólo de ti depende luchar contra ti misma cada día, sólo de ti depende comprender que, seguramente, tu incómoda compañera de viaje, ya no te deje nunca. Ha vuelto demasiadas veces, así que crees, sin miedo a equivocarte, que llegó el momento de asimilar que permanecerá aletargada a la espera de asumir el control en cuanto le des una oportunidad.
Sólo de ti depende, permitirlo o no.
Pintura de Ramón Casas

Comentarios