Bendito Conde Lucanor



Que digo yo, que ya estoy harta pero harta de verdad. Más concretamente hasta el toto de que todo el mundo sepa qué hay que hacer o decir y que hagas lo que hagas lo estás haciendo mal. Hasta escribo palabras malsonantes, fijaros si estoy al límite, este confinamiento me está afectando más de lo que pensaba, ay dios mío.
De forma continua me viene a la memoria un cuento que leí bien pequeña, en concreto son los cuentos del Conde Lucanor. Mis padres, grandes lectores, siempre gustaban de regalarnos libros de todo tipo, infantiles, cómics, educativos y por supuesto la biblia, que era su libro de cabecera el cual nos enseñaban y aprendí de pe a pa o tal vez sea mucho decir. Aunque, si queréis, os cuento que en estos momentos los jinetes del apocalípsis cabalgan sin descanso sembrando todo tipo de desastres y pandemias, ¿os suena? Pero mejor dejemos eso para los profetas y Nostradamus varios, sobrantes en estos aciagos días.
A lo que iba, el cuento en cuestión trataba de un padre y un hijo que tenían un burro y se disponían a ir a la ciudad. No recuerdo muy bien el orden pero el caso es que van los dos subidos en el burro, a lo que la gente dice que son unos brutos sobrecargando al pobre animal, a continuación va el padre subido y el hijo andando, así que el resto opina lo mal padre que es por no cuidar a su hijo con lo que invierten los papeles y también se invierten las críticas, desconcertados sin saber qué hacer ambos se bajan a lo cual aquellos que se cruzan con ellos les tratan de idiotas. Llegado a este punto mi desconcierto era absoluto pues me parecían los diferentes argumentos lógicos. Mi pequeña mente infantil se quedaba perpleja y abandonaba el libro pensativa pues la moraleja era, haz lo que creas que está mejor. Jolín, menuda gracia, como que fuera tan fácil.
Pues señores y señoras, para que nadie se me ofenda, en esas estamos. Resulta que si hablas de la situación actual asustada analizando lo que sucede con datos que conoces y en base a tus reflexiones es que eres una catastrofista que no se puede vivir con miedo que así no animas a nadie que mejor estás callada. Si se te ocurre mandar mensajes positivos levantando la moral de la tropa es que eres una ilusa que ves el mundo color de rosa que sólo te estás autoengañando que no aportas verdaderas soluciones sólo falacias. Ahora bien, si compartes memes graciosos, que por cierto los hay muy ocurrentes, es que eres una frívola que no te tomas nada en serio que cierras los ojos a la realidad que así no se puede mejorar el mundo.
¡Qué hartura, por dios! Me veo en el burro para arriba y para abajo. Pero vamos a ver, alguno de nosotros tiene la solución real. Porque vamos yo es que me parto de la risa leyendo ciertas cosas en las redes sociales, de personas en pijama comiendo panchitos sentados en el sofá. Joder, que todo se ve muy fácil cuando no lo tienes que hacer tú. Huyo absolutamente de política porque hace demasiado tiempo que no me aporta nada a parte de cabrearme un montón, lo cual no quiere decir que no me asome de vez en cuando para salir horrorizada por la ponzoña que son todos. Pero así las cosas, son los que deciden y desde luego distan mucho de ser infalibles. Les ha sobrevenido una situación totalmente desconocida y la están lidiando como buenamente pueden y no se nos olvide, les dejan. A estas alturas de la película todos sabemos que los verdaderos gobernantes son las grandes fortunas y que la política trabaja a su dictado, no nos hagamos ahora los tontos que no nos va nada.
Me encantaría pensar que esta situación traerá un cambio totalmente positivo pero sospecho que no será así, hala ya se me pueden echar encima aquellos que venden vida color de rosa. Aunque lo que sí creo es que habrá personas que si puedan o podamos, ojalá sea así, aprender mucho sobre nosotros mismos y nuestro papel en el mundo -y ahora, por favor, se pueden abalanzar los profetas- pues mirando hacia el interior se aprenden las verdaderas lecciones, nos conocemos mejor, sabemos quiénes somos. Ya que algunos y algunas parecen tener un miedo atroz no sólo al virus si no a mirarse en el espejo a quedarse a solas de verdad y conversar con el hombre que siempre va con ellos, parafraseando al gran Machado.
Para mí la auténtica guerra es con nosotros mismos, la lucha encarnizada tiene que ser contra nuestros propios fantasmas. Todos los tenemos, lo que sucede es que a veces los escondemos tras las risas, las prisas y lo que es peor los arrojamos contra los demás. Aprovechar este parón al que nos vemos obligados me parece que es la mejor forma de sacarle partido a la terrible pandemia que nos asola. Nosotros no estamos confinados, estamos a salvo. Por favor, recordemos que hay muchas personas que salen a trabajar todos los días para que se pueda atender a los enfermos, que tengamos comida en nuestras casas, para que podamos encender la luz y la calefacción, para tener agua caliente, para que tengamos limpias las calles, que salen a proteger las ciudades, que cuidan a los ancianos. En definitiva, que velan por nosotros.
Y no tengo ninguna duda que se podría haber hecho infinitamente mejor pero, sabéis lo que os digo, también se podría haber hecho infinitamente peor -si es que me puede la vena positiva-así que hoy me visto de buen rollo, de positivismo, de ganas de salir de esta sanos y salvos, del deseo ferviente que todo vuelva pronto a una relativa normalidad.
Dice una canción del Canto del Loco nada volverá a ser como antes y así lo creo pero también quiero creer que como sucede con todas las grandes revoluciones que generan cambios tan potentes como el que estamos ya viviendo, también traerá cosas mejores, no lo dudo, no lo dudéis.


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