Frío

De nuevo rescato un texto de hace más de quince años, lo que tiene reordenar cajones de cuando en vez, ese ritual que también sirve para recolocar recuerdos y ponernos melancólicos en un otoño, que lo es, aunque el excepcional clima se empeñe en decirnos lo contrario.

Por ponernos un poco en situación me encontraba al escribirlo en la estación de Sants en Barcelona a la espera de retornar a casa a la vuelta de un crucero por el Mediterráneo que sin duda, en otra ocasión, también compartiré. Observaba todo con cuidado y lo ví, un joven surafricano con una penetrante mirada triste que me provocó lo siguiente.

Siento que tienen que sentir frío. Sí, algo que envuelve pero no de un modo agradable como los brazos de una madre o los brazos de un amante. Algo que abraza pero a la vez hiela. Ciudadanos de un mundo que no comprenden, de un mundo que sume a su país en la pobreza mientras otro derrocha a manos llenas y a ese deben ir a parar como náufragos a la deriva.  Haciéndose día a día a ellos mismos, demostrando una y otra vez si valen y cuánto. No siendo nadie y al mismo tiempo alguien muy grande. Alguien tan valiente como para dejarlo todo atrás y empezar de nuevo una y otra vez. Dándolo todo y recibiendo en cambio indiferencia, desprecio y vacío pues sus rasgos delatan su lejanía y aquellos que se creen dueños del mundo que la vida ha querido regalarles se sienten con el derecho de cerrarles las puertas con desdén.
¿Y si un día tú estás del otro lado? ¿Si tú necesitas un espacio? Qué hay si un día te encuentras lejos de la mirada de tus padres, amigos, rostros familiares, si un día recorres calles que desconoces y observas costumbres que no entiendes y atraviesas vidas que te sorprenden. Todos somos ciudadanos de éste mundo y como tales tenemos el derecho de vagar libremente por él. Las fronteras son inventos humanos para delimitar las vidas y las libertades humanas más básicas. Ante el respeto no hay fronteras, no son necesarias pero queda tanto trabajo por hacer...
No quisiera sentir ese frío de la distancia, no imagino siquiera que tan terrible situación te puede empujar a sentirlo y verlo como algo mejor incluso. En cambio, sé que ese frío se puede sentir sin necesidad de recorrer miles de kilómetros, basta con generar una revolución interior que te haga romper con todo lo establecido.
Entonces, emigrantes físicos y emocionales se ven obligados a crear un mundo propio a medida, a adoptar las costumbres elegidas, a caminar por los pasos que ellos mismos se marquen, a darse un lugar por derecho propio que les hace, desde ese instante, mirar a la vida como hay que hacerlo, de frente, desnuda y sin tapujos.

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