Artesano o artista

Con esa interrogante me recibe José Holguera. Una que iba dispuesta a freírle a preguntas tiene que comenzar un debate realmente interesante. Convencida le digo que ambas y eso que aún no le he visto en acción. Sí observo al entrar que está acariciando un plaquita de metal y mientras esgrime su argumento no deja de moverse de un lado al otro de su maravilloso taller de grabado.
Álvaro se impacienta y le pide que abandonemos el debate conceptual y pase a explicarme con detalle cada paso que va dando en el proceso.
Calle Puerta Moneda
Es fascinante como este ingeniero, artesano, artista, maestro grabador, con una pasmosa sencillez, desgrana uno a uno los secretos de su arte. Comienza dibujando el diseño, a lo que sigue eligiendo el metal sobre el cual el buril con precisos y certeros movimientos dará forma al original. A partir de aquí debe trabajar, a través de diferentes planos, de tal modo que el dibujo se ve realmente a la inversa para que al grabar tenga la posición correcta. Logra la profundidad y perspectiva con la utilización de ciertos ácidos en los que sumerge la placa de metal. Llegados a este punto estoy absolutamente perpleja del inmenso trabajo, de la precisión de cirujano, de la dedicación que supone su labor. El encargo que hoy desarrollaba contenía un texto hecho a mano por un escribano de nuestra ciudad. Admirada por esas letras con aire medieval, imaginando un pulso firme y delicado, no pude menos que trasladarme a otros tiempos cuando la vida se hacía lenta y los procesos se cuidaban con mimo y se asomaban en silencio los niños a ver qué hacían los mayores y aprendían mirando.
José Holguera accionando el tórculo 
Ahora José saca de un pequeño barreño con agua un rectángulo de papel de alto gramaje escrito y lo lleva al tórculo, lo deposita con cuidado sobre unas marcas, coloca la placa de metal con el grabado en su lugar correspondiente y lo acciona, es una máquina igual de artesana, se mueve al girar un palanca manualmente y ¡ya está! La obra de arte terminada, ahora se va a dormir me apunta Álvaro, que ha visto el proceso cientos de veces y sigue admirado.
Obra terminada
Salimos hacia la tienda y allí observamos muchas de sus creaciones, continúa explicando sereno qué y cómo lo hace y yo no dejo de pensar que es un privilegio aún contar con artesanos-artistas que se emocionan y disfrutan haciendo aquello que les entusiasma.
Y entonces creo que para mí comienza el verdadero debate. Poco me importa que el epígrafe de hacienda no contemple dicha actividad como artística. Puede haber algo más artístico qué aquello desarrollado a mano, qué se crea desde el más embrionario de los pasos.  Hecho uno a uno con mimo, dedicando el tiempo necesario a cada uno, numerando todos, pues son iguales pero al mismo tiempo únicos. De veras me apena reconocer que en muchas ocasiones, los avances que tanto nos ayudan en las labores nos están robando nuestra propia humanidad. Estamos dando paso a un ritmo vertiginoso a las máquinas que todo lo aceleran, a las tecnologías que conectan a un clic, a obtenerlo todo rápido y asumo que el precio se está tornando demasiado alto, es excesivamente gravoso. Perdemos autenticidad como raza humana, social en primera instancia pero no con una pantalla de por medio.
Debemos, pues, luchar por mantener a nuestros artesanos en todas sus manifestaciones, acudir a emocionarnos en un teatro con actores y músicos en directo que se entregan en cada función, allí no hay tomas falsas, a pasear en la naturaleza que nos conecta con el interior, a quedar para tomar un vino, a abrazar el alma del otro, a besar tiernamente, a amar a nuestros congéneres. Usemos, sí, aquello que nos facilite la vida pero no abandonemos nuestra esencia de ser humano, espiritual, racional, templo sagrado de emociones.
Robando una consigna de la primavera francesa: "Seamos realistas..., pidamos lo imposible" (Herbert Marcuse)
Espectacular visión de nuestra emblemática Plaza del Grano









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