Y tú ¿cómo lo llevas? He perdido la
cuenta de las veces que me han hecho y he hecho esta pregunta durante
los últimos días. Es en parte interés sincero por conocer las
emociones de nuestros seres queridos, a la par que el deseo imperioso
de indagar en las reflexiones que todos y cada uno de nosotros
estamos haciendo al hilo de esta situación propia de una película
apocalíptica de mal gusto.
Pues lo llevo. Digamos que tolero el
confinamiento bastante bien, entre otra serie de razones porque
considero que no estoy encerrada en casa si no que estoy a salvo,
cuestión muy diferente. Por otro lado ocupo el tiempo en un sinfín
de actividades y eso que no sigo ninguna rutina de ejercicios -que,
por cierto, no me vendrían nada mal- ni juego con los vecinos al
bingo, ni canto en la ventana, ni grabo vídeos graciosos para subir
en las redes..., al final soy una inadaptada social.
Eso sí, me dedico a reflexionar sobre
esta crisis mundial pandémica que nos asola y espanta a partes
iguales. Todos en mayor o menor medida lo hacemos, pero yo decido
dejarlo por escrito, por aquello de leerlo con el transcurrir del
tiempo para comprenderlo en profundidad. Porque analizarlo ahora es
muy osado pues hay teorías para todos los gustos, tenemos solo una
ínfima parte de la información, con toda seguridad absolutamente
manipulada, además de nuestras emociones a flor de piel. Es decir,
nos encontramos en el vórtice del tornado, por lo cual, ha de pasar
para ver en toda su dimensión el alcance del desastre.
Pero dejemos volar la imaginación,
observemos en la distancia los diferentes comportamientos, los
avances del virus en los distintos países y sus reacciones, el
efecto psicológico que está teniendo en la sociedad, a todas luces, muy
preocupante. Para muestra, un botón. Me cuentan de un autónomo del sector de alimentación, que se encontraba
repartiendo mercancías en una tienda y había dejado aparcada la
furgoneta de un modo poco ortodoxo. Cuando se percata de que una
pareja de unos 65 años está paseando a su perro y se detienen para
hacerle fotografías, al mismo tiempo que le increpan por su
desfachatez a la hora de aparcar. Puntualicemos que los primeros en
tener un comportamiento denunciable son ellos, pues están los dos en
la calle, juntos y paseando, además, de ser población de riesgo.
Cual no sería su sorpresa cuando él les pide que dejen de hacerle fotografías, que borren las hechas y que si quieren llamen a la
policía pues como autoridad competente decidirá si debe o no multar
su infracción, a lo que el individuo levanta su bastón amenazante y el trabajador le responde que deponga su actitud porque de no ser así él mismo llamará a la policía y le denunciará por intento de
agresión. Me quedo perpleja, indignada, estupefacta, me faltan
adjetivos. Él, exponiendo su seguridad, su salud, para que no
falten alimentos en las tiendas locales tiene que soportar agresiones
verbales y casi físicas ¡es espantoso! A esto podemos sumar las
noticias locales recientes de vecinos que lanzan macetas, agua con
lejía, increpan a familias que salen con personas autistas, insultan
a los que caminan por la calle sin tener ni idea de adónde van.
Señores y señoras, por favor, estamos al borde de la histeria
colectiva o tal vez ya estemos todos histéricos.
Así que en estos momentos lo llevo
con preocupación, sí, con pánico que para nada tiene que ver con
el virus, la pandemia tan solo está siendo el pretexto para poner
al descubierto el lado más oscuro y cainita del ser humano, qué
tristeza. Solo nos están pidiendo que nos quedemos en nuestras
casas, aquellos que podemos hacerlo. El resto deben salir a primera
línea para que no nos falten cuidados médicos, medicinas,
alimentos. No es tan difícil de entender. O tal vez sí.
Conste que obedezco escrupulosamente
las indicaciones, salgo lo mínimo e imprescindible, no utilizo los
resquicios autorizados para pasear. Y todo ello teniendo en cuenta
que cada vez pienso con más fuerza que es una estrategia creada ex
profeso o aprovechada al máximo para someternos a través del miedo,
del pavor, en este caso. Para desestabilizar la economía mundial en
aras de enriquecerse aún más los lobbies que sin duda son los
verdaderos líderes mundiales a los cuales obedecen las clases
políticas. Me cuesta comprender por qué un virus de alta morbilidad, pero para nada de alta mortalidad, un escaso 2% según la OMS, ha
puesto en jaque al mundo entero. Se me encoje el corazón si lo
comparamos con las escalofriantes cifras de que cada cinco segundos
muere a causa del hambre un niño en el mundo, según Unicef. No tiene demasiado
sentido, no es lógico que se paralice el mundo con esas cifras
mortales. Vaya desde aquí mi dolor por las pérdidas humanas y mi más sentido pésame para los seres
queridos de todos los fallecidos por el Covid-19, pero también por
otras muchas causas durante estas semanas han seguido falleciendo
miles de personas a las cuales mando el mismo mensaje. Sin ir más
lejos, una buena amiga ha perdido a su padre por otro motivo,
teniendo que enterrarlo en la más estricta intimidad y sin poder
recibir el abrazo real tan necesario en unos momentos tan duros.
Entonces, qué esta sucediendo. ¿Valen
más las vidas del primer mundo que las del resto? Es cómo si no
quisiéramos asumir la fragilidad del ser humano, lo efímera que es
la vida. Como si en el primer mundo estuviéramos anestesiados para
no ver la realidad, apuntan los sociólogos que ello obedece a una sociedad infantilizada que huye del dolor y la muerte, como si cerrando los ojos estas pudieran desaparecer. Tal como un niño pequeño se tapa sus ojos para esconderse pues lo que él no ve, no existe. Entonces vienen a mi mente las grandes
reflexiones filosóficas, aquellas que nos hacen entender nuestro
comportamiento, que nos ayudan a pensar por nosotros mismos y que son
absolutamente necesarias. Por cierto, asignatura esta, la filosofía,
a punto de ser eliminada del bachiller y muy denostada. Son
asignaturas y carreras sin valor práctico, sin una buena salida
laboral, eso dicen. Qué horror si dejamos de lado las humanidades, su
propia definición arroja la enorme importancia que tienen.
Imprescindibles para comprender nuestra esencia y el papel que
jugamos en el mundo. No podemos avanzar como sociedad si no nos
detenemos a observar y por tanto a valorar las acciones colectivas,
el por qué de un Holocausto, de los enfrentamientos bélicos, del
origen de la propia existencia, de las insalvables brechas
económicas, de la psique humana. Temas tan apasionantes como
desconcertantes. Volvamos pues a releer a Platón, a Kant, a
Nietzsche. Retomemos el análisis de las diferentes corrientes
filosóficas, la estoica, por ejemplo, ese soportar con entereza lo que sucede, asumiendo nuestra falta de control absoluto sobre lo que acontece,
muy apropiada, además, para los tiempos que corren.
En definitiva, absorbamos el máximo
conocimiento posible para poder pensar por nosotros mismos para no asumir una
actitud de rebaño tan peligrosa como demuestra la historia a través
de los siglos. Seamos librepensadores, examinemos con curiosidad
todo lo que nos rodea, cuestionemos las grandes doctrinas, repensemos
incluso nuestros puntos de vista.
Tal como rezan las palabras de
Francisco de Icaza a propósito de la bellísima Alhambra, no hay
en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada.
¡Abramos los
ojos!
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Vistas de Granada desde el interior de la Alhambra |
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